Cristina Kirchner, en manos de la Corte Suprema
Publicado: 14 / 11 /2024
La reciente sentencia dictada por la Cámara de Casación Penal contra
Cristina Kirchner marca un momento crucial en la política argentina. Por un lado, establece un precedente judicial al confirmar, por primera vez en última instancia penal, una denuncia por corrupción ligada a licitaciones favorecedoras de Lázaro Báez.
La resonancia de esta sentencia explora un vasto territorio político que sacude la distribución de poder nacional. No hay precedentes desde el retorno de la democracia en 1983 que la justicia haya obstaculizado a un líder de tal magnitud, en pleno auge del calendario electoral, del derecho a competir. Las comparaciones con Brasil, donde se impidió que Lula da Silva y Jair Bolsonaro compitieran electoralmente, traen a colación un nuevo fenómeno en Latinoamérica.
En esta nueva fase, la posición de Cristina Kirchner depende del fallo de la Corte Suprema, a cuya composición ella misma cuestionó a través de juicios políticos impulsados desde sus seguidores en el Congreso. Las partes cuentan con un breve margen de tiempo para solicitar un recurso extraordinario y, dado que la decisión en Casación no fue unánime, esto parece más plausible.
La diversidad de opiniones dentro de los jueces, con Gustavo Hornos encontrando a la expresidenta como líder de una asociación ilícita y sus colegas Mariano Borinsky y Diego Barroetaveña considerando un único crimen extendido, testimonia las complejidades intrínsecas del caso Kirchner. En caso de que la Cámara de Casación denegara la apelación, se abriría la puerta al recurso de queja ante la Corte.
La esfera de influencia kirchnerista se prepara para el desafío. Cristina Kirchner podría presentarse como candidata a diputada por Buenos Aires el próximo año. Con un sistema judicial que tiende a prolongar litigios involucrando a figuras de alto perfil, la doctrina de inmunidades, similitudes con la reciente doctrina emergente en Estados Unidos, podría aplicarse de facto.
La exhaustiva sentencia también confronta la teoría del lawfare, una concepción que postula a Cristina como víctima de una conspiración jurídica con móviles políticos ocultos. Aun así, mientras algunos defienden el caso como orquestación política, la torpeza de sus defensores legales ha exacerbado su situación, con evidencias adquiridas, como intercambios de WhatsApp, siendo subestimadas.
El juicio a la señora de Kirchner ilustra cómo la corrupción erosiona la vida democrática, enredando la política con los tribunales y haciendo que estos procedimientos se perciban como movimientos partidistas. El ejemplo global más notable fue el encarcelamiento de Lula, dejando al PT sin su figura más poderosa y permitiendo emergencias inesperadas como la de Bolsonaro.
Sin embargo, desde Brasil hasta Estados Unidos, el retroceso judicial no detiene a líderes como Lula o Donald Trump. En el campo de batalla electoral, incluso los veredictos condenatorios pueden engrandecer la leyenda de un líder en el imaginario popular, traspasando las fronteras del bien y del mal en el dominio político.
En nuestro caso criollo, Cristina Kirchner adopta una táctica resiliente, enfrentando la condena como un emblema. Con la narrativa como soporte, mientras se alza como una voz contra presuntos enemigos internos como Milei, la expresidenta paga con fervor las cuentas pendientes con un futuro electoral que permanece abierto, desafiando el orden establecido.